Wednesday, August 09, 2006

La Sonrisa

Esto tiene algún tiempo y está sin revisar, pero bueno, me apetecía estrenar el blog. En su momento, hace un par de añitos, me sentí orgullosa de ello. ¡Allá va!


Su cuerpo balanceándose lentamente. Dejándose arrastrar por la rítmica música. Su largo cabello negro meciéndose en el aire, cubriendo sus desnudos hombros, revelando retazos de su cuello, dejando que la insinuación de una fantasía se lleve su cabeza lejos de allí. Los ojos negros de mirada felina, de mirada penetrante que le obligan a seguirla.

Otra vez el balanceo de sus caderas, promesas futuras de un goce que seduce su presente. Los tobillos que asoman insinuantes debajo de las sedas que cubren su desnudez. La tela que cubre sus pechos, casi transparente, no deja nada a la imaginación, pero la dispara.

De nuevo las caderas...la luz del fuego que baila entorno a ellas. La tela que cae. El cuello que se deja ver entre los cabellos que cubren lo que ya no cuida la tela. La espalda que surge entre los rizos, suave, delicada, deliciosa.

Sigue el balanceo, la flauta que lo acompaña lo transporta a aquél lugar donde sólo está ella. Donde sólo están las llamas reflejadas en sus ojos negros. Las sedas que empiezan a caer una a una, lentamente. La luz que empieza a menguar al compás de la tela que cae. Los labios que se entreabren en un amago de sonrisa, que muestran unos dientes blancos, paladines de una rosada lengua, que lo llama, lo atrae, lo arrastra.

Las caderas, que empiezan a detener su movimiento. Las llamas que poco a poco se transforman en ascuas, la seda...la única que queda. La seda que hace que pierda la cabeza porque también ella caiga. La seda, resultado del balanceo. La seda que no cae.

Y se marcha. Las luces se apagaron, y la muchacha se aleja con su pequeño contoneo de caderas. Y mira hacia atrás. Y lo mira a él. Y mira al suelo, donde han quedado posadas sus ropas. Y lo vuelve a mirar.

Y con la delicadeza de quien nunca a cogido algo más pesado que el aire, aparta la tela que cubre la entrada a una tienda. Y antes de dejarla caer tras ella...lo mira de nuevo, y sonríe. Y esa sonrisa lo atrae, lo arrastra.

Y esa sonrisa termina lo que el baile empezó.



Puede parecer una tontería, pero para leer este relatillo bien hay que ecuchar una canción específica, que es la que estaba escuchando cuando se me ocurrió. El problema es que cuando cerré el programa de música no me fijé en como se llamaba la canción, sólo se que era de Dead Can Dance...todo un misterio, porque la música de tengo de ellos es la misma, pero nunca la he vuelto a encontrar.

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